Este artículo está destinado a reflexionar sobre la relación compleja entre la regulación y estandarización del contenedor y sobre la innovación, reconociendo que el equilibrio entre ambos es esencial para fomentar un progreso sostenible y dinámico en nuestra sociedad moderna.
En la actualidad, las nuevas tecnologías y las empresas se enfrentan a las instituciones públicas en múltiples escenarios. Los titulares de los medios reflejan este conflicto: la prohibición de Uber en Londres y París, así como la situación similar con Airbnb en Praga y Berlín, son solo algunos ejemplos. Los detractores de la economía compartida argumentan por seguir las normas, mientras que los defensores argumentan que estas regulaciones no se aplican a esta forma de economía.
Con más de 20 millones de contenedores marítimos en el mundo, prácticamente todo se mueve a través de ellos.
Lo crucial aquí no es determinar quién tiene la razón en este debate. Lo esencial es reconocer que este no es el primer caso de confrontación entre regulación e innovación. Prácticamente en todas las épocas han existido conflictos similares a Uber o Airbnb. El problema es que estos ejemplos han sido olvidados con el tiempo, mientras las leyes cambian y las personas enfrentan diversas circunstancias.
La Innovación de los Contenedores: Un Cambio Trascendental
Un ejemplo paradigmático de innovación es el contenedor de carga estandarizado. Actualmente, existen más de 20 millones de estos contenedores en todo el mundo, y prácticamente todo se transporta en ellos. Esta innovación, surgida a finales de los años sesenta, revolucionó por completo el mundo, transformando la organización y operación de los puertos, la ubicación de fábricas, y el desarrollo del comercio internacional y la globalización.
Antes de la llegada de los contenedores, diversos bienes eran transportados en diferentes formas: palets, cajas, barriles, bolsas, entre otros. El transporte de mercancías a principios del siglo XX no difería significativamente de los siglos anteriores. A pesar de los avances en barcos, trenes y camiones, la carga aún estaba mayormente en manos de cargadores y descargadores en los puertos. Sin embargo, estas formas de carga tenían sus problemas.
En primer lugar, los costos eran elevados. Más de la mitad de la carga se destinaba al transporte desde la fábrica hasta el almacén, pasando por el tren, los muelles, el barco y, finalmente, el camión. Esto no solo suponía un gasto considerable, sino también un tiempo considerable.
Los barcos pasaban más de una semana en puerto para ser descargados y recargados. Ocasionalmente, las mercancías se perdían o eran robadas durante este proceso. A menudo, la carga ni siquiera iniciaba debido a huelgas locales. Tras la Segunda Guerra Mundial, el uso del transporte por barco disminuyó por estas razones.
Malcom McLean y el Cambio de Paradigma
Todo esto cambió cuando un exitoso empresario en el transporte de camiones, Malcom McLean, decidió actuar. Si bien no fue el primero en reconocer los altos costos y riesgos del proceso de recarga de mercancías, ni el primero en considerar los contenedores estandarizados como solución, fue el primero en comprender su importancia y cambiar el paradigma.
En los Estados Unidos, la industria del transporte estaba fuertemente regulada en la primera mitad del siglo XX.
McLean creó un nuevo ecosistema para los contenedores, ajustando puertos, barcos, grúas, almacenes, camiones y trenes. Además, desarrolló un sistema de control completamente nuevo para los contenedores. Estaba muy adelantado a su tiempo, incluso por encima de los expertos en múltiples comités y oficinas en su campo.
Desafíos Regulatorios y Estrategias Empresariales
No obstante, implementar este cambio de paradigma no fue sencillo. En los EE.UU., la industria del transporte estaba fuertemente regulada en la primera mitad del siglo XX. Las instituciones públicas y los reguladores dividían todos los sectores según los modos de transporte. Regulaban desde la designación de rutas y el número de personas involucradas, hasta los precios de los artículos transportados.
Además, no permitían que una sola empresa estuviera involucrada en múltiples acciones, como conducir camiones, transportar en barcos o alquilar puertos con grúas y almacenes.
McLean, sus abogados y contadores eran conscientes de estas regulaciones. Sin embargo, para evitarlas, realizaron varias operaciones legales y financieras que reorganizaron las relaciones de propiedad en las compañías de McLean antes de lanzar el nuevo transporte de contenedores.
Cuando McLean estaba a punto de lanzar su nuevo modelo de transporte de contenedores, los competidores de los transportes de camiones y ferrocarriles lo denunciaron y exigieron la prohibición de sus compañías. Comenzó una batalla de dos años entre las empresas y la agencia reguladora ICC (Comisión de Comercio Interestatal).
Los representantes de las compañías de transporte ferroviario y de camiones argumentaron que McLean había obtenido ilegalmente una compañía de transporte marítimo. Por lo tanto, su negocio era ilegal y debía ser prohibido.
Regulación y Estandarización del Contenedor
En noviembre de 1956, el investigador de la ICC estuvo de acuerdo con ellos. Sin embargo, finalmente, en 1957, la Corte rechazó la conclusión del investigador y permitió que las compañías de McLean operaran. Para entonces, McLean ya llevaba más de un año transportando sus contenedores. El primer buque de carga con contenedores de McLean partió en 1956 desde el puerto de Nueva Jersey en Texas. La carga completa del barco tardó 8 horas.
Este tiempo fue extraordinariamente corto en comparación con los varios días que tomaba el método tradicional, y se redujo aún más con mejores grúas y la descarga y carga simultánea de los barcos. Pero lo que interesaba a McLean era el costo de transportar una tonelada de mercancías. En 1956, el costo rondaba los $5.83. El barco de McLean, el Ideal-X, logró transportar la misma tonelada por 15.8 centavos.
De esta manera, McLean superó la primera barrera regulatoria que impedía que sus contenedores dominaran el mundo. Sin embargo, esta no sería la última. En la introducción, se mencionan los cargadores y descargadores en los muelles. Estos trabajadores tenían una de las ocupaciones más peligrosas y a menudo pasaban el trabajo de generación en generación.
En muchas ciudades, estos trabajadores tenían un estatus social distintivo; por ejemplo, en Nueva York, no cualquiera podía cargar un camión. Este trabajo era exclusivo para los miembros del llamado grupo de “Cargadores públicos”, protegido por varios sindicatos que determinaban quién podía trabajar, por cuánto y qué podía cargarse y descargarse en un puerto.
Con la llegada de los contenedores, esta ocupación se volvió obsoleta. Hoy en día, las barreras estáticas de las regulaciones gubernamentales son superadas por nuevas innovaciones tecnológicas y emprendedores.
Hace 60 años, los trabajadores lucharon contra la llegada de los contenedores, pero sus esfuerzos resultaron infructuosos. En los años 1963-1964, los trabajadores de los puertos de Manhattan acumularon un total de 1.4 millones de días de trabajo.
Esta cifra se redujo a 350 mil en 1970-1971. En 1976, eran solo 127 mil días laborables. Así, en una década, las horas laborales en los muelles se redujeron en más del 91%. No debemos rechazar de antemano los nuevos inventos. Hoy en día, pocos conocen los conflictos regulatorios y de presión política que los contenedores enfrentaron antes de convertirse en un estándar en el transporte de mercancías.
Una innovación llena de controversia hace 60 años, vista como ilegal por muchos y cuya viabilidad fue cuestionada por los reguladores, hoy en día se considera algo natural, sin lo cual no podemos imaginar la vida.
La regulación pública es, por definición, estática. Basándose en conocimientos previos, un regulador establecerá las condiciones para la presencia de determinada innovación.
Sin embargo, este no puede prever lo que vendrá en el futuro. Por definición, la innovación representa lo opuesto: los innovadores no se preocupan por lo que se ha hecho en el pasado o la situación actual. La innovación proyecta el futuro.
El conflicto surge cuando estos dos conceptos chocan en un caso particular. Los reguladores juzgan la innovación según normas anteriores, mientras que los innovadores juzgan la regulación desde su visión del futuro.
Hoy en día, nuevas barreras tecnológicas y emprendedores superan las barreras estáticas de las regulaciones gubernamentales. Por tanto, es esencial dar un paso atrás y observar estos temas desde una perspectiva más amplia.
Podemos abordar este dilema de manera simplista, preguntándonos si la nueva tecnología encaja o no en el marco regulatorio oficial. Si no encaja, ¿deberíamos prohibirla automáticamente?
Reflexión: Regulación, Innovación y Visión Futura
Si nuestros antepasados hubieran aplicado este enfoque de manera incondicional en todos los casos, hoy viviríamos en un mundo completamente diferente. La legislación del transporte no anticipó el primer automóvil de Carl Benz; por el contrario, los hermanos Wright no solicitaron permiso a las instituciones públicas para su primer vuelo.
En la actualidad, los innovadores y empresarios ingresan a un mundo excesivamente regulado, donde cada aspecto de la actividad humana está sujeto a regulaciones oficiales o intervenciones legales.
Debemos cuestionarnos cómo las nuevas formas de hacer cosas chocan con el entendimiento limitado de los reguladores públicos. Si cada innovación tuviera que pasar primero por el Parlamento o el Congreso, viviríamos en un mundo sin innovación, un mundo más triste.